Mi conciencia cayó en un oscuro y
negro sopor. Por unos instantes flotó en el cómodo embotamiento de
la intoxicación etílica y quién sabe hasta cuándo habría
disfrutado de ese privilegio... si el gilipuertas de Ajniöl
no se hubiese dejado caer a mi lado, poniéndome al borde del paro
cardíaco.
–¡Alférez Orejas, reportándose, mi suboficial! –
dijo combinando saludo militar y eructo, en un alarde de precisión
castrense.
–¡Joder! ¡Casi me matas!
Él me miró de arriba abajo.
–No
parece que haga falta mucho –
comentó arrastrando la lengua–
¡sólo la bolsa de plástico y la etiqueta! ¡Ja, ja,
ja!
–Ya, imbécil. Tira tu aliento para otro lado ¿quieres? Huele a
queso azul quemándose en una lata con gasolina...
–Eeeeh...–exclamó
alzando las manos como un predicador. –¿Y a ti qué
coño te pasa? ¡No hace falta ponerse desagradable! Se supone que
deberías estar allí, festejando, no aquí...haciendo... lo que sea
que estés haciendo, joder.
–Déjame en paz, ¿vale? Cada uno lo festeja como quiere.
–No, si lo del festejo se te nota de lejos. Venga ya. Debería
mandarte al calabozo por no estar pasándotelo bien, porque si no lo
recuerdas, además de ser tu superior inmediato, ¡hip!, te he
salvado el culo en más de una ocasión y eso me da autoridad extra.
–¿En más de una? Vas a tener que refrescarme la memoria, alférez
inmediato y superior de los huevos, porque no recuerdo otra ocasión,
aparte de lo del pantano de Pavlem, en que un novato como tú me
sacase las castañas del fuego...
–¿Aaah, así que ahora me vienes con ésas? ¿No recuerdas, en la
entrada del búnker? ¿Eh?
–¿Búnker? ¿Estás de coña? Con este pedo apenas me acuerdo de
mi nombre... y tu vas y me dices “el bunker”. He visto más
búnkeres que mujeres estos últimos años ¿Cuál de ellos? ¿El de
Mirianna?
–No, tonto del culo, el otro, el de la Cota 435 de Las Piedras
Pardas.
–¿El de la Co...? Vamos a ver, ¿dices que ahí me salvaste
el culo? ¿Me tomas el pelo?
–Estábamos en la entrada del segundo búnker que acabábamos,
¡hip!, de limpiar de esa gentuza que hasta hoy por la mañana
llamábamos enemigos, cuando nos lanzaron una “piña” 4
y
yo...
–Ey,
ey, para el carro, para ahí, ¿vale? Tu estabas papando moscas en la
entrada del maldito búnker y la granada te cayó justo
sobre
el pié,
¡sólo tuviste que sacudir la puta pierna! ¡sin mencionar que
estabas salvando tu
propio culo!
–Menudo malagradecido...imagínate que yo no hubiese estado ahí.
Hoy estaría hablando con una bolsa de plástico llena de carne
picada, ya te digo...
–Menudo morro tienes tú, Orejas – empecé a reírme y fue como
una reacción en cadena. Acabamos riéndonos a carcajadas, como en
los viejos tiempos, cuando no sabíamos si al día siguiente uno de
los dos tendría que enterrar al otro.
–Venga, tío, suelta eso que tienes atorado ahí–. Dijo secándose
las lágrimas provocadas por la risa.
–Antes pásame esa botella.
–Ah, ah, ah. De eso nada, macho, quiero que me hables, no que te
duermas...o me vomites encima.
–Y
me lo dice el tipo con el pedo más grande que he visto en mi
vida...Vale, joder, ¿qué quieres de mí? ¿Qué puedo
decirte para que te vayas a tomar por culo de una puta vez?
–Tu no quieres que me vaya –dijo apretándome el cuello con su
manaza– tu quieres soltarme toda esa mierda que te está amargando
la vida.
–¡Me vas a romper el cuello, cabronazo!
Dejó mi pobre pescuezo y cogió la botella. Le dio un largo beso y
se quedó esperando.
–¿Qué quieres saber, maldita sea ?
–Relájate, tío, o te va a dar algo...vale, de acuerdo, te dejo
echar un traguito, pero no te pases–
dijo ofreciéndome la botella.
Yo
no me negué. El vino de arroz se abrió paso una vez
más dentro de mí, como lava ardiente.
Desde atrás nos llegó la brisa del este y fue como si la soledad
de la llanura se nos posase en las espaldas, pesada y sorda como una
gárgola.
Pero frente a nosotros, a unos veinte metros, había otro mundo, uno
donde la juerga continuaba sin notar nuestra ausencia. Entonces, un
millón de grillos se nos echaron encima rascando furiosamente sus
alas, llenando el aire con una única y áspera nota repetida hasta
el infinito.
4
piña:
nombre que comúnmente dan los soldados a las granadas de
fragmentación. Su carcasa dividida en celdas recordaba esa forma.
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